Biotecnologías : no, ¡todo no está permitido !
Aunque Inf’OGM cruce diferentes puntos de vista sobre la cuestión de los OGM, podemos constatar una preeminencia de lo “científico” que oculta la reflexión ética. Análisis.
En nombre de la complejidad de este tema, en los confines de varias disciplinas tecno-científicas, el gobierno, los medios de comunicación y la opinión pública consideran, por razones diferentes, que solo los expertos pueden pronunciarse. Las propias autoridades reconocen fundar su decisión en la ciencia, que no es unánime y que se deja instrumentalizar fácilmente. Por ejemplo, se recurre a los expertos científicos – sobre todo los que pertenecen al Comité científico del Alto Consejo de Biotecnologías (HCB) – para que clarifiquen las decisiones políticas sobre los nuevos OGM. Pero eso es empezar la casa por el tejado.
Los expertos pueden ser útiles, para apoyar una innovación, pero en la fase previa, la ciencia no es un instrumento útil para la decisión política. Se necesita, previamente, una reflexión ética sobre estas técnicas y sus resultados. Sin embargo, la ética no es una competencia, ni la suma del conjunto de competencias. Es una interrogación perpetua y dinámica del contexto en el que se desarrollan las acciones. La evaluación ética difiere de la evaluación técnica, debe precederla y no puede ser acaparada por ningún especialista. Lo que nos interesa no es tanto saber si los Crispr/Cas9 pueden curar enfermedades genéticas (lo que parece un objetivo loable) sino por qué estas técnicas merecen ser cuestionadas independientemente de su finalidad.
Concretamente, la “mejora vegetal”, expresión utilizada en el sector agrícola para evocar la selección varietal y las modificaciones genéticas de las plantas, es una expresión que conlleva un juicio de valor implícito que no se discute puesto que es implícito. La idea subyacente es que lo “nuevo” tenderá necesariamente hacia lo “mejor” y por lo tanto debe ser aceptado. Sin embargo, esa conclusión no es para nada evidente y es uno de los a priori culturales de la modernidad. La evaluación ética consiste precisamente en cuestionar el enfoque subyacente que justifica a priori nuestros juicios de valor. Lastimosamente, los comités de evaluación se centran en la gestión del cómo y sobre los impactos y olvidan el contexto en el que surgen dichas tecnologías.
PLANTEAR CON ANTICIPACIÓN LAS PREGUNTAS PERTINENTES
Desde hace décadas, una parte del trabajo de los seleccionadores públicos o privados consistió en aumentar la capacidad de una planta para utilizar los aportes de fertilizantes nitrogenados sintéticos. Se pide a los expertos que se pronuncien sobre los riesgos sanitarios, la eficacia de las moléculas, etc., mientras que, la ética habría planteado abordar con anterioridad la pertinencia de esta herramienta (los fertilizantes sintéticos) : ¿se debe utilizar la energía fósil – recurso limitado cuya utilización genera diferentes tipos de contaminación – para producir, transportar y aplicar fertilizantes sintéticos ? ¿Las variedades transformadas para resistir a un herbicida son “mejores” si han sido creadas a partir de la mutagénesis dirigida por oligonucleótidos o de la transgénesis ? ¿Con o sin aporte de un gen externo ? Estas dos preguntas solo tienen sentido si se cuestiona el contexto de utilización a ultranza de la energía fósil y los herbicidas.
De modo que estas “mejoras” solo tienen sentido dentro de una visión utilitarista y reduccionista, de la que la agricultura intensiva es una de las facetas. Para el condenado, la guillotina es una “mejora” con respecto al hacha, en el marco de una cultura donde se acepta la pena de muerte. Si el contexto cultural cambia, la aceptación ética de la herramienta cambia. Sin embargo, el contexto en el que surge la agricultura intensiva es el de la voluntad de controlar la Naturaleza entendida como exterior al ser humano y con una capacidad de resiliencia infinita (se adaptará sean cuales sean las acciones humanas). Los herbicidas responden a uno de los deseos más profundos de la humanidad, la erradicación de las “plagas”. Por lo tanto, las nuevas técnicas pretenden adaptar lo real a los deseos del ser humano, ya sean superficiales (modificar el color de un clavel – una planta transgénica que puede importarse legalmente en Europa) o fuertemente arraigados en nuestro inconsciente (la voluntad de erradicar la muerte o la enfermedad). Se presenta las biotecnologías como capaces de volver cada vez más realizables cierto número de estos deseos, sin tan siquiera ofrecer la posibilidad de cuestionarlos.
La época en la que se forjaron estos deseos, cuando la humanidad construyó su relación con el mundo, es fundamentalmente diferente de la nuestra. Pasar de la edad de piedra a la de la biología sintética implica grandes cambios en nuestra relación con el mundo. Con el fulgurante desarrollo de las técnicas, la experiencia largamente adquirida antes de ser transmitida por la costumbre, ha pasado a ser obsoleta. La temporalidad de la tecno-ciencia actual no tiene nada en común con la selección campesina. Las técnicas se suceden a tal velocidad que ya no es posible observar nada y las plantas ya no están en co-evolución con su medio. Las innovaciones pueden diseminarse por todo el planeta a gran velocidad, lo cual no era posible hace un siglo. La potencia de las técnicas también se ha acelerado. La diferencia entre una carreta arrastrada por caballos y un tractor de un centenar de caballos de potencia no es solamente cuantitativa sino también cualitativa. Aquello que era imposible, ya no lo es. Ahora ya no se trata simplemente de evaluar la pertinencia de la finalidad de una técnica (luchar contra un virus) sino la propia técnica. El hecho que los deseos que originan nuestro “progreso” estén (casi) a nuestro alcance hace que dicho progreso ya no tenga el mismo sentido.
NINGUNA TÉCNICA ES NEUTRA
El contexto ha cambiado sin que hayamos tenido la posibilidad de re-examinar la viabilidad de los deseos y sus posibilidades. El progreso y las innovaciones técnicas ya no se pueden considerar a priori como buenas. El uso de una técnica puede ser bueno o malo : un martillo puede ser utilizado con una finalidad distinta de aquella para la que fue creado y servir como arma, pero esta desviación de su uso original no modifica la validación a priori de dicha herramienta. Lo que cuestionamos aquí es la propia naturaleza de la técnica. Tomemos otro ejemplo : el uso del cañón puede cuestionarse moralmente como tal (¿se puede matar un pueblo al queremos someter ?), pero el hecho es que la potencia y el alcance de un cañón y una bomba atómica no tienen nada en común. Estas técnicas son de naturaleza diferente. El cañón no amenaza a toda la humanidad, como sí lo hace la bomba atómica. Lo que nos preocupa con las nuevas técnicas, es su impacto en sí y no solo su utilización o finalidad, además del hecho de que modifican fundamentalmente nuestra relación con el mundo como especie.
Las nuevas técnicas de modificación genética se inscriben perfectamente en una visión materialista, reduccionista y mecanicista de la Naturaleza. Son la última manifestación de esta voluntad de reprogramar la Naturaleza para adaptarla a nuestras ambiciones milenarias, producir más, sin límite y sin plantearnos dichos límites. Aunque este cuestionamiento no era pertinente en los tiempos de la selección masal o del cañón, hoy es fundamental por el cambio de naturaleza de la técnica y su poder sobre el mundo.